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Críticas

El laberinto de apariencias


 

Por: Mauricio Arévalo, director de la Revista Artificio. Novelista, dramaturgo y crítico

(Crítica escrita en el marco del VII Festival Sala B 2016 en Bogotá)

Publicado en:  

http://festivaldeteatrosalab.com/el-laberinto-de-apariencias/


 

Auxilio y Socorro es el primer estreno del Séptimo Festival de Teatro Sala B. La obra, una creación colectiva  del grupo LaGrupada dirigida por Dayan Rozo, está inspirada en el escritor cubano Severo Sarduy y, a medida que avanza en su desarrollo, se va convirtiendo en un homenaje al autor y a su estética neobarroca.

Para quienes no lo conocen, Severo Sarduy fue un narrador, poeta, periodista y crítico cubano, emparentado literariamente con el también reconocido José Lezama Lima, con quien comparte el llamado estilo neobarroco. Es, de hecho, el mismo Sarduy quien conceptualiza esta estética en su ensayo El barroco y el neobarroco, en 1972, donde establece ciertos paradigmas que caracterizan dicha corriente: el regreso al estilo recargado del barroco, deliberadamente atiborrado, excesivo y ‘difícil’ para el lector; el uso —y abuso — del artificio, las máscaras, las transfiguraciones; la construcción de un sentido camuflado, escondido, a veces inexistente, que demanda una participación activa de un lector que lo descubre, lo encuentra, lo arma o lo inventa. El neobarroco es un laberinto para quien contempla y su gracia es, precisamente, el reto que implica la búsqueda del camino, esa construcción de un sentido que, la mayoría de veces, es inexistente.

Contrario a como percibí Insultos al público, el montaje teatral de Changua teatro en el que vi una renuncia consciente al artificio, Auxilio y Socorro recurre a él todo el tiempo, en una especie de eterno retorno. El homenaje que le hace a la obra de Sarduy, entonces, no solo es recurrir a ella en su dramaturgia poética o apropiarse del son cubano como banda sonora (¡qué buena curaduría musical, por cierto!), sino construir su estética de manera coherente a la neobarroca. La escenografía es una muestra de ello: esta especie de camerino tropical, lleno de color salvaje, de matas y plumas —atiborrado, lleno, sobrecargado incluso —nos ubica en una especie de no-lugar, de indeterminación espacial que, de una, pierde al espectador. El público, que está esperando enmarcar la historia en un dónde específico, se enfrenta, de “primerazo”, al reto de no tener un cuadro en dónde marcar la historia.

Aunque, también cabe preguntarse ¿cuál historia? Si se hace el ejercicio de preguntarse por el argumento de la obra, la respuesta sería tan básica que da miedo: la obra no trata de nada. Una nada, por supuesto, que resulta siendo profundamente compleja. Es cierto, no ocurre nada, porque no se trata del qué, sino de quiénes. Auxilio y Socorro son dos personajes barrocos por excelencia: son cuerpos maquillados, performáticos, extraños, indeterminados. Su piel es artificio. Son personajes escondidos detrás de apariencias… son apariencias escondidas una tras otra. Ambos, de hecho, esquivan todo el tiempo la racionalización: ¿quiénes son? ¿qué les pasa? ¿cuál es su motivación? ¿por qué actúan como actúan? Lejos de las categorías clásicas de construcción de personaje, la obra nos muestra identidades disfrazadas, travestidas, camufladas, abyectas. Sus máscaras son tan abstractas en algunos momentos que es imposible alcanzarlos, entenderlos: Auxilio y Socorro son dos personajes a los que es imposible acceder y es en esa dificultad donde siento que habita el espíritu del montaje.

 

Y es que la obra es críptica, como lo es el barroco y lo es la obra de Sarduy. Esquiva al entendimiento a través del artilugio, le hace el quite al sentido por medio de la apariencia. La forma lo es todo, aunque detrás, en el fondo, parece no haber nada.

Auxilio y Socorro es mucho ruido y pocas nueces. Y, aunque no es una obra para todo el mundo, no por ello es mala: hay quienes disfrutan de la forma por la forma, de ese juego de apariencias que, en últimas, es tan íntimo a la naturaleza artificial del teatro y del arte.

Cuando el compromiso, la buena formación y la creación escénica se hacen una

Por: Adela Donadio

Directora teatral y gestora cultural 

Asistir  a la obra Auxilio & Socorro  y conversar con sus creadores ha sido además de muy placentero, una muy buena ocasión para conocer más de cerca sobre la vida de estos jóvenes artistas, Dayane Rozo, Jorge Pineda y  Paola Abril, que corren el riesgo de la adaptación de algunas obras del escritor cubano Severo Sarduy  a la escena y hacen posible la comunión entre el teatro y la literatura.  Qué bueno conocer un grupo  de creación colectiva, cuyos integrantes reúnen tantas cualidades para el trabajo de la escena. Tienen una formación universitaria y una de ellas de Maestría.  No son únicamente intérpretes, sus puestas en escena parten de preguntas e inquietudes muy válidas y a éstas corresponden investigaciones profundas y complejas, en lo teórico y en lo escénico. Un reconocimiento muy merecido a este espíritu de La Grupada y a la seriedad con que asumen cada proyecto, cuando a la par en el medio hay tantas búsquedas complacientes, ligeras y de fórmulas fáciles para el montaje, porque el teatro colombiano desafortunadamente se debate entre el valor del arte y la dimensión comercial. En nuestra conversación tocamos este tema, y hablamos de las enormes  dificultades del teatro independiente del país y el escaso reconocimiento que hay.  Ellos como muchos otros grupos siguen adelante con convicción y entusiasmo pero sin que un cierto sentimiento de decepción les sea ajeno.

El resultado escénico de esta adaptación es de alto nivel. Las decisiones  estéticas son  coherentes, contundentes y en concordancia con la pregunta que dio origen al montaje y a la escogencia del autor, sobre qué significa o qué sentidos podemos encontrar para la identidad latinoamericana. Llevar un concepto y un lenguaje a la escena, traducirlo en ambientes carnavalescos y festivos, entrar al universo de la exageración y lo abigarrado y saberse en lo abismos de la marginación, son dimensiones que los tres intérpretes consiguen conjugar y armonizar en escena. Fieles a los rasgos del barroco y al universo mismo del autor en sus novelas, logran crear un espacio escénico “invadido” de plantas , en medio del cual con percheros, un tocador de camerino y elementos coloridos , van creando un verdadero teatro para “hacer teatro”; el de la representación trágica-cómica de la vida misma de los protagonistas siempre a punto de marcharse, pero anclados en sus destinos; y los espectáculos ofrecidos al público en el Teatro Lírico de Muñecos. Este ir de una dimensión a otra hace parte de un juego actoral  muy justo y muy creíble. Si bien habitan en la parodia y la simulación, hay un sutil distanciamiento de los intérpretes, que nos deja ver esa especie de conciencia sobre lo que hacen y el por qué lo hacen. Es uno de los aspectos que más destaco de este montaje, unas interpretaciones,  que sin desconocer el registro de la desmesura e ir a los extremos, no se exceden en deleites de la formas asumidas, sino que transitan por ellas, asumiéndolas con frescura y conciencia de las formas mismas, en un juego de identificación – desidentificación, apego y desapego de los géneros, en un montaje muy próximo a lo performativo. El personaje del “Ánima” es una presencia inquietante y que se mueve entrando y saliendo de lo teatral, con el poder de manejar el dispositivo escénico, música, luces y elementos. Aunque como espectadora no logré identificarla como un ánima, lo que sí era claro era la calidad de su presencia y lo que la diferenciaba de los otros personajes. Un personaje que participa y se distancia, que actúa y observa, que es parte de la historia por momentos: un contrapunto que nos permite cuestionar esa realidad construida en el burdel-teatro.

Por su proximidad con el performance en el montaje la escena se torna instalación, las acciones e interacciones con el público tienen tal naturalidad que sin darnos cuenta nos hacen entrar en los desdoblamientos de la ficción-simulación que está siendo construida ante nuestros ojos y de la cual somos parte. A través de teatro y canciones, asistimos a escenas realizadas como números preparados, para contar tristes y desgarradores relatos o fragmentos de ellos, yendo del humor amargo a la alegría desbordada, de lo patético a lo metafísico porque actor y actrices logran dar cuerpo y voz a una escritura hiperbólica y que inventa ritmos, poéticas y juegos lingüísticos para construir signos y símbolos de una identidad cubana y por extensión latinoamericana.

 

Si esta obra está de nuevo en cartelera, vayan a verla, aprecien un buen teatro, una propuesta comprometida con la esencia de lo que investigan.

Ostracismo y dolor: ¡Auxilio y Socorro!

Por: Leonardo Leyva Fernández, teatrólogo y crítico teatral

(Crítica escrita en el marco del VII Festival Sala B 2016 en Bogotá)

 

Supe de la vida y obra de Severo Sarduy por Nelda Castillo, una de las más lúcidas mujeres de la escena cubana de todos los tiempos. Su afán por develar un teatro legítimamente cubano, la llevó a acercarse a algunos de los más prolíferos autores de la diáspora insular pos revolucionaria, entre ellos Sarduy.

Severo estaba prohibido en la isla, condenado al ostracismo como tantos otros, por escoger anidar en tierras lejanas, más allá de La maldita circunstancias del agua por todas partes, como aquel doloroso poema de Virgilio Piñera, precursor de la modernidad dramática en el archipiélago. Sabíamos poco de él, gay, exponente del movimiento pos bum y el barroco latinoamericano y un excepcional escritor, eran apenas los mayores datos.  

Ver en las tablas colombianas Auxilio y Socorro, un poema teatral transcrito de las novelas de Sarduy, De donde son los cantantes, Pájaros de la playa…fue una fiesta a mi recepción. Un teatro barroco para no muchos espectadores, y aunque tiene la magia de dialogar desde la ironía y lo paródico a partir de disímiles juegos interpretativos, tiende a ir más allá. Es una puesta indagatoria e inteligente. Referentes profundos y sinceros conforman una dramaturgia particular y sugestiva. Signos espectaculares remueven grandes temas que acompañan a la humanidad: la frustración, la soledad, la muerte…; vistos aquí desde lo carnavalesco, lo festivo y lo popular atravesados por una perspicaz y profunda línea desbordada de entendimientos intelectuales.

Auxilio y Socorro, merece un escrito aún mayor. Es una puesta que reta mis capacidades como lector de teatralidades, de hecho, escribía de esa manera cuando una serie de eventos, sorpresivos, duros y fatídicos, interrumpieron este ejercicio. El que hacía con toda la pasión y oficio que este tipo de arte estimula. Aun así, se salva mi vocación por apreciar el buen arte, aunque suene petulante; Auxilio y Socorro, me salva, sí. Es una de las mejores aventuras escénicas que he visto en mi andar por la escena bogotana.  Transitar por los peligros de la crítica merece ser enfrentada cuando vemos tanta inteligencia y experimentos logrados. LaGrupada lo consigue, rotundamente. Defensores del teatro como espacio investigativo y de genuina expresión cultural.

La idea de retomar el escrito crítico sobre Auxilio y Socorro viene de la bondad e insistencia de William Guevara, hombre traslúcido, emprendedor e inteligente de nuestro gremio, quien apuesta por el diálogo y la camaradería y a quien agradezco y reitero mis respetos por elevarse como humano y artista en medio de las ineludibles e inexorables contradicciones. Tal vez por eso estas líneas son apuradas y perecederas, en cuanto a postura y percepción conceptual, pero la urgencia tiende a ser voraz y no siempre elocuente, más allá del conflicto, apatías y dolores del diario vivir.

Los resultados artísticos de LaGrupada se me antojan tienen mayores trascendencias para mí que para el resto del público, y no es una cuestión de subestimar potencialidades receptivas, sino porque desando desde su arquitectura visual, sonora y argumental con mi esencia de hombre errante, sin arraigo, tal vez enfermo de nostalgias y adioses de hace tiempo, como dice Borges, de pérdidas irrecuperables, de heridas y perdones difíciles de sanar. Me emparento con los asfixiantes personajes brotados de la mano de Sarduy, tan bien evocados y vivificado aquí, puesta en escena universal, particular y adolorida como aquellos seres que cansados y enfermos anhelan ir a morir al mar cuales pájaros de la playa.

LaGrupada supo entender y traspasar a las tablas la literatura, la insularidad, lo caribeño, lo nostálgico, el travestismo y lo parrandero del espíritu de Sarduy. Supo leer y encontrar significaciones que permiten el disfrute del teatro como placer estético y de posturas filosóficas a la vez. Argumentaciones provistas de humildad y magia creativa; evocaciones e intertextos hilvanados desde el más vivo concepto de posmodernidad, pastiche, collage, citas, deconstrucciones y construcciones que vive hoy el arte y la literatura. Los personajes, provistos y desprovistos de identificación e idiosincrasia, sexuales y de géneros, son captados e interpretados por un trío de actores dispuestos no solo a dar de sí mismos lo mejor, riesgos y sinceridad, sino desde la valentía por el rompimiento de las convenciones escénica en búsquedas de otras maneras de comunicación con el espectador de hoy.

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